PERIODISMO TECNOLÓGICO O ¿TECNOLOGÍA PARA EL PERIODISMO?…. EN TIEMPOS DE PANDEMIA

David Corral (Innovación en RTVE) hace un repaso en esta Tribuna al uso que desde la Corporación se hace de las últimas aplicaciones tecnológicas al tiempo que plantea cuestiones clave para nuestro futuro, como la sostenibilidad, la ética… y la huella del coronavirus SARS-CoV-2.

El confinamiento provocado por la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 y la enfermedad que provoca, la Covid-19, ha disparado las audiencias de medios convencionales y digitales, con consumos en niveles históricos. A las funciones esenciales de los medios de comunicación: informar, educar y entretener, la pandemia ha añadido una tarea más: la lucha contra las fake news.

Los estragos que ha causado globalmente la irrupción del coronavirus son de sobra conocidos -miles de víctimas, más de la mitad de la humanidad confinada, daños económicos difíciles de estimar- pero su paso también ha dejado huellas positivas, como la heroica labor de múltiples profesionales, la solidaridad de las sociedades, el respiro medioambiental o el impulso que ha dado al teletrabajo y a la Cuarta Revolución Industrial y sus tecnologías, a las que no es ajena la prensa en cualquiera de sus formatos.

Los medios de comunicación vivimos doblemente inmersos en una transformación inédita. Buscamos un nuevo modelo de negocio ante el agotamiento del actual mientras superamos la paradoja que nos ha provocado el coronavirus. El confinamiento ha aumentado el consumo de información y de entretenimiento en televisiones, radio y Web, con Netflix reinando en los servicios OTT, YouTube en el streaming y las redes sociales o WhatsApp poniendo a prueba la resistencia de las redes con el móvil como otro de los beneficiarios de esta crisis. Pero cuanto más se está exigiendo, en cantidad y calidad de contenidos, peor está el sector con el cierre de muchas cabeceras, la pérdida de empleos y de la publicidad que los sustentaba.

También ha obligado, para mantener la actividad y cumplir con la distancia social y el confinamiento, a una urgente adecuación tecnológica para teletrabajar y comunicar desde fuera de las distintas instalaciones. La “transformación digital”, que antes era un proyecto de futuro en la mayoría de las empresas, es ya una necesidad estratégica de supervivencia. Y tras el paso de lo analógico a lo digital ahora toca el salto a la nube (cloud), en la que trabajamos a distancia en nuestras empresas y mantenemos videoconferencias o entran en directo, sin que nos extrañe la imagen, periodistas, entrevistados o invitados desde cualquier lugar y con todo tipo de cascos, fondos, ruidos y niños y mascotas alrededor. Llegará también el 5G, que conectará millones de dispositivos posibilitando el IoT (Internet de las Cosas), la analítica avanzada (Big Data), el Deep Learning, la impresión 3D o la Inteligencia Artificial (IA), entre muchas otras tecnologías y, con ellas, nuevos y variados perfiles profesionales.

Y ante la amenaza, el riesgo o la incertidumbre del cambio y de lo que vendrá después de que pase, en algún momento, el azote del coronavirus, tenemos la empatía, el talento y la capacidad de superación; la tecnología usada con ética e igualdad; la necesidad de dar respuesta a retos como el medioambiente; la lucha contra el control de las narrativas geopolíticas, la desinformación y las ciberamenazas o el deber, como medios, de seguir informando, entreteniendo y educando a nuestras audiencias, estén donde estén.

Dónde estamos

Acabamos de arrancar la década de los años 20 de este siglo XXI. Año 2020, el del coronavirus, el del paréntesis en nuestras vidas, un año que se llame como se llame supondrá un antes y un después en el mundo tal como lo conocíamos. Qué vendrá, es impredecible. Seguramente algo parecido pero, en esencia, muy diferente al mundo que conocíamos y en el que cambiarán muchos “cómo”: cómo será la normalidad, cómo viviremos, cómo nos relacionaremos, cómo protegeremos la salud del planeta, cómo aprenderemos, cómo trabajaremos, cómo nos moveremos, cómo consumiremos, cómo será la sociedad, cómo seremos de globales, cómo de capitalistas…

Los daños causados por este nuevo coronavirus SARS-CoV-2, son de sobra conocidos. Millones de afectados, media humanidad confinada, miedo e incertidumbre, daños económicos casi incuantificables, desempleo creciendo a un ritmo trepidante, deuda en niveles desconocidos, empresas quebradas…

La geopolítica transformada con unos Estados Unidos que no ejercen ya de faro del mundo («libre») por abandono, pasividad o ceguera. China convertida en superpotencia económica siguiendo sus propias reglas de juego, con un control magistral de la tecnología y de las redes sociales y, aunque seguirá siendo alumna avanzada en el arte de la ingeniería inversa y copiar todo lo que se le ha dado para fabricar, ya es maestra en el arte de crear. El año pasado China se convirtió en el líder mundial en patentes internacionales con un récord de 265.800 solicitudes, desbancando a Estados Unidos, que había ocupado el primer lugar durante más de cuatro décadas.

La Unión Europea parece ausente de sí misma y con un liderazgo discutible en un momento clave para su futuro. La ONU no está en mejor situación y múltiples instituciones y organismos internacionales y nacionales también en entredicho por su coste y escasa operatividad y capacidad de respuesta…

Pero la desgracia y los tiempos difíciles son también en los que la faceta más impredecible del ser humano brilla en su mejor versión. A lo largo del mundo, frente a la adversidad, se han sucedido los ejemplos de entrega, profesionalidad y empatía de médicos y personal sanitario, científicos, limpiadores, militares y fuerzas de seguridad, transportistas, taxistas, vendedores, agricultores, ganaderos y pescadores, docentes, periodistas, pilotos y tantos otros empleados y autónomos “esenciales” y “no esenciales”.

Desde el comienzo de la pandemia hemos visto diariamente aplausos y mensajes como muestra de agradecimiento a esos héroes anónimos tras sus mascarillas; múltiples actos de solidaridad, apoyo y respeto; de implicación y ayuda a los más necesitados; de conocimientos abiertos y compartidos; de empresas transformándose para dar respuesta a necesidades médicas como respiradores o mascarillas; de trabajadores, innovadores o emprendedores adaptándose para seguir generando recursos; de teletrabajo sin fronteras o de un gran triunfador, junto al ser humano y su humanidad, la tecnología empleada para sus mejores fines.

Pasando el confinamiento y los estragos del coronavirus, 7.800 millones de personas poblamos nuestro planeta Tierra inmersos en plena Cuarta Revolución Industrial y en la Segunda Revolución de la Información, pero apenas hemos dejado atrás -si es que lo hemos hecho- la Tercera Revolución Industrial con Internet cumpliendo 50 años como uno de sus claros protagonistas.

En este 2020, y espoleados por la irrupción de la COVID-19, la Inteligencia Artificial (IA), Cloud, 5G, IoT (Internet de las Cosas), Blockchain, redes neuronales, Deep Learning, impresión 3D, virtualización de sistemas, la analítica avanzada (Big Data), nanotecnología, informática cuántica o la robotización de tareas (RPA), entre otros, son ya elementos transformadores de sectores tan dispares como sanidad, agricultura, transportes, movilidad, energía, construcción, banca, educación, seguros, prensa…

¿Y qué fronteras nos permitirán cruzar? Derrotar a las enfermedades conocidas, como el cáncer; a las desconocidas que aún no sabemos que llegarán, como nos ha pasado con la Covid-19; acabar con el hambre; llegar a Marte…

El horizonte no parece sombrío, todo lo contrario. Si se cumplen algunos de los pronósticos más favorables nos encontraremos con energía renovable abundante y barata junto a un mayor enfoque en la sostenibilidad y el medio ambiente; las terapias genéticas minimizarán las enfermedades; la esperanza de vida podría aumentar en más de 10 años; habrá más riqueza y mejor distribuida; la movilidad se redefinirá con los vehículos autónomos y todo, literalmente “todo”, podría estar conectado a un coste muy bajo con una particularidad, que ese “todo” será “Inteligente”.

Según el informe Cisco Annual Internet Report en 2023 habrá 29.300 millones de dispositivos interconectados globalmente, la mitad M2M (Machine to Machine), y unos tres por persona y casi diez por hogar. En España, con 350 millones de dispositivos conectados, nos encontraremos con el 20% de los hogares “conectados” y con siete dispositivos por persona. Detalle importante, casi la mitad de todos ellos podrá captar imágenes.

Y hoy, ¿cómo andamos de conectados? España es el tercer país de Europa por número de conexiones de fibra óptica y, junto a las 60.000 antenas de redes móviles diseminadas por todo el territorio nacional, el 99% de la población tiene acceso a Internet y telefonía. En todo el mundo, en este 2020, algo más de 4.500 millones de personas cuentan con conexión a Internet, un 59% de la población mundial, con China, India y Estados Unidos a la cabeza.

Según los datos de inteligencia en tiempo real de la GSMA, una organización mundial que agrupa a unos 800 operadores móviles y 200 compañías relacionadas, a mediados de abril de este año (y no deja de aumentar) había más de 9.800 millones de líneas móviles y 5.200 millones de clientes. Es decir, la mayor parte de la población mundial tiene al menos un dispositivo en sus manos. De todos ellos, 3.500 millones cuentan con un smartphone (un teléfono inteligente). Inicialmente servían para lo que se habían inventado, “hablar por teléfono”. Hoy también, pero son además nuestros asistentes, nuestros confidentes, nuestros entrenadores, nuestras salas de cine o televisiones, nuestros banqueros, nuestros mapas, nuestro principal entretenimiento en el confinamiento… Lo que se nos ocurra.

Hay cerca de cinco millones de APPs (aplicaciones móviles) listas para descargarse en Google Play (para dispositivos Android) y en Apple App Store (para dispositivos IoS de la misma marca). De ellas vamos a centrarnos en unas que interesan especialmente a los medios por su impacto, contenidos o capacidad de difusión, las “sociales”.

Las más populares están disponibles en los principales idiomas, por no decir directamente en casi todos. Permiten a los usuarios conectarse, interactuar o saber qué sucede, con amigos, otras personas, instituciones o eventos sin encontrar limitaciones geográficas, políticas o económicas (exceptuando las que imponen directamente algunos gobiernos).

Los dispositivos móviles, cualquiera de ellos y ya sea conectado a línea telefónica o WiFi, ponen continuamente en contacto a 3.500 millones de usuarios en las redes sociales. La más popular, con casi 2.450 millones de usuarios, es Facebook, además de la primera en superar los 1.000 millones de cuentas registradas. Otros ejemplos son YouTube (2.000 millones de usuarios), Whatsapp (1.600 millones), Instagram (1.000 millones), TikTok (500 millones) o Twitter (330 millones). Políticos, futbolistas, artistas, las propias redes o los fabricantes de tecnología son los más populares, congregando en sus perfiles a millones de seguidores.

Entonces, si el coronavirus ha aumentado el consumo de noticias y contenidos notablemente; si es a través de múltiples canales y dispositivos; si los medios han demostrado sobradamente su capacidad de informar, educar y entretener; si casi todos los sectores productivos, industriales, de servicios, etc. se están o van a transformarse; si los gobiernos incentivan la digitalización y modernización; si la sociedad no es ni será ajena a estos cambios (todo lo contrario); si cada vez estamos más conectados a todo tipo de dispositivos como teléfonos, pulseras, relojes, vehículos, televisores, asistentes domésticos, aspiradoras… ¿no estamos afectados los medios como receptores, generadores y emisores de contenidos? ¿Cómo o dónde consume nuestro público o cómo perciben la veracidad de nuestras noticias, el entretenimiento de nuestros contenidos o la utilidad de nuestro trabajo tampoco nos afecta? El que esté libre de duda…

Fuente: https://www.panoramaaudiovisual.com/2020/05/06/periodismo-tecnologico-tiempos-pandemia/

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2 comentarios

  1. 30 mayo, 2020
    Responder

    Yo diría que es mas periodismo tecnológico

  2. 30 mayo, 2020
    Responder

    Lo importante es que nos mantengan informados de lo que pasa día a día

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