Diderot, el libertino que dirigió la Ilustración desde las sombras

Atisbó la selección natural antes que Darwin, el complejo de Edipo antes que Freud y la manipulación genética dos siglos antes de la oveja Dolly. Su crítica artística deslumbró a Stendhal, Balzac, Baudelaire o Zola, quién le atribuyó la fundación del naturalismo. Karl Marx aseguraba que era su autor favorito… Y, sin embargo, gran parte de su obra no fue publicada hasta mucho después de su muerte y el resto quedó diseminado en miles de entradas de una obra colectiva, ‘La Enciclopedia’ cuya importancia en la historia de Occidente bien puede equipararse a la Biblia. Ateo, demócrata radical, polímata de vastos conocimientos, conversador hipnótico, Denis Diderot se alza como el genio libertino que dirigió la Ilustración desde las sombras. Y por fin cuenta con una biografía a su altura, ‘Diderot y el arte de pensar libremente’ (Ariel), de Andrew S. Curran.

«Años de leer, reflexionar y escribir sobre este deslumbrante intelecto me han convencido de que nuestro tiempo puede aprender mucho de Diderot», explica Curran. «Pero es un reto tan fascinante como exigente hacerle justicia a un hombre que podía escribir sobre el chino antiguo y la música griega nada más levantarse, estudiar la mecánica de un telar de algodón hasta mediodía, ayudar a adquirir unas pinturas para Catalina la Grande por la tarde y luego volver a casa y redactar una obra de teatro y una carta de veinte páginas a su amante por la noche».

'Diderot'
‘Diderot’

El que podría ser calificado sin excesos de ‘Director de la Ilustración’ ejerció desde las sombras. A los 34 años, tras publicar un panegírico del ateísmo titulado ‘Carta sobre los ciegos para uso de los que ven’, dos gendarmes llamaron a la puerta de su casa, lo detuvieron y lo encerraron en la cárcel de Vincennes. Tres meses después, un teniente general de la policía visitó a Diderot en su celda con una advertencia: a la próxima, la pena no se mediría en meses, sino en décadas. En la Francia absolutista aquello era algo más que un susto y Diderot no volvió a publicar con su firma en vida. Pero no dejó de escribir y no sólo las numerosísimas entradas de la ‘Encyclopédie’, la empresa que durante décadas le absorbió junto a d’Alembert. A lo largo de todo el siglo posterior a su muerte en 1784 se encontraron desperdigadas por todo el mundo novelas inéditas, acabadas, modernísimas y espectaculares como ‘La religiosa’, Jacques el fatalista o ‘El sobrino de Rameau’.

Sexo, mentiras y Enciclopedia

Cuando en 1742, a los 29 años, Denis Diderot buscó la bendición de la viuda Madame Champion para casarse con su hija Anne-Antoinett, ‘Toinette’, lavandera de oficio, la primera respuesta fue un «no». ¿Sus argumentos? No quería que su vástago «se casara con un hombre que tenía unas ideas tan provocadoras, un hombre que no hacía nada, un hombre cuya única cualidad era la labia con la que había seducido tan completamente a su hija». Y es que hasta ese momento Diderot sólo había logrado ganarse la vida con alguna traducción y estafando a un convento carmelita con la excusa de postularse para la congregación. Finalmente la viuda cedió, y aunque el padre del novio también se oponía al enlace -y, de hecho, llegó a encerrarlo en un convento para evitarlo del que Diderot escapó tonsurado por una ventana- la boda se celebraría en secreto en la parroquia parisina de Saint-Pierre-aux-Boeufs el 6 de noviembre de 1743. En el futuro aguardaban cuatro décadas de matrimonio, seis hijos de los que sobrevivió sólo una, y un interminable catálogo de amantes.

La primera llegó apenas un año después, la escritora feminista y librepensadora Madeleine d’Arsant de Puisieux. Muchas más se sucederían desde entonces aunque ninguna sería tan crucial para el ‘philosophe’ como Louise-Henriette Volland, más conocida como Sophie Volland, receptora de una correspondencia masiva -más de quinientas cartas-, tan extensa como apasionada que nos abre una ventana privilegiada al alma del escritor. Volland fue, según Andrew S. Curran, «la persona más importante de la vida de Diderot».

Sophie Volland
Sophie Volland

«Mucho más influyente e importante que las breves obras individuales que Diderot había escrito hasta ese momento en su vida», relata Curran, «la ‘Encyclopédie’ estaba expresamente pergeñada para transmitir la tentación y el método de la libertad intelectual a un público inmenso en Europa y, en menor medida, en tierras remotas como San Petersburgo y Filadelfia. Completada finalmente mediante una combinación de astucia, ofuscación y, a veces, incluso con la colaboración de las autoridades, la Encyclopédie (y sus diversas traducciones, reimpresiones y extractos y ediciones pirateados) está considerada hoy en día el logro supremo de la Ilustración francesa: un triunfo del secularismo, la libertad de pensamiento y el comercio del siglo XVIII. Sin embargo, personalmente, Diderot consideró este diccionario la tarea más ingrata de su vida».

El final

Un cuarto de siglo después, en 1772, Diderot concluyó tras una aventura extenuante los 74.000 artículos de la ‘Encyclopédie’ que para entonces era ya el mayor proyecto editorial de la historia. Mil piedras se habían interpuesto en su camino: amenazas, problemas económicos, censura, la persecución de los poderosos jesuitas… También importantes apoyos como la amante de Luis XV, Madame de Pomapdour. Su compañero de fatigas, el insigne matemático d’Alembert había abandonado el barco en 1758. De los más de 150 escritores, naturalista, historiadores, ‘philosophes’, médicos, geógrafos y artistas involucrados en la empresa, sólo él se había mantenido desde el principio hasta el final descuidando a su familia, su salud y tirando por la borda su sueño de labrarse un nombre para la posteridad literaria.

Mil piedras se habían interpuesto en su camino: amenazas, problemas económicos, censura, la persecución de los poderosos jesuitas…

Cuando en febrero de 1784, enfermo y solitario tras la muerte de amigos y enemigos como Rousseau, Voltaire o d’Alembert, Diderot sufrió un derrame cerebral, no perdió su legendaria capacidad para hablar. En sus célebres memorias su hija Madame de Vandeul relató que su padre se sumió entonces en «un sobrio y muy racional delirio»: «Habló sobre los epitafios griegos y latinos y me los tradujo, se extendió sobre la tragedia y recordó bellos versos de Horacio y Virgilio que recitó. Estuvo hablando toda la noche». Cinco meses después, el 31 de julio, mientras comía un albaricoque, Diderot murió.

Autor: Daniel Arjona.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/cultura/2020-02-08/denis-diderot-ilustracion-andrew-s-curran_2424728/

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2 comentarios

  1. Dolores Patricia
    8 febrero, 2020
    Responder

    Que interesante historia…

  2. Milton Mijares
    8 febrero, 2020
    Responder

    Jamas me hubiese imaginado que fue asi

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