No hay mejor ocasión para escapar de la banalidad y el academicismo del arte actual que visitar Manifesta. La bienal europea itinerante es una compañera de vida casi perfecta: cosmopolita y ambiciosa, trabaja cooperativamente y sobre el terreno, no usa maquillaje ni tiene caprichos millonarios y su desagrado por las etiquetas la contiene de definirse como feminista y socialista, pero de hecho lo es. Prácticamente nada de lo que anuncia es trivial, no escucha al mercado ni lo necesita, es enérgica, descarada y su único gesto de vanidad aparente es cambiar de fecha y lugar de nacimiento.
Durante cuatro meses, 50 artistas y arquitectos roturarán Palermo para crear su Jardín planetario, con esa idea medieval (animales y plantas como una red íntegra de símbolos) y universal de recuperar los depósitos culturales, experimentar con nuevas especies, estudiar las transformaciones sociales y relacionarse con lo no-humano. Parafraseando uno de los títulos de Leonardo Sciascia, Manifesta 12 es el lugar de la futura memoria, si es que la memoria tiene futuro. El escritor de Racalmuto (Agrigento, 1921-1989) había vislumbrado en la grandilocuente y trágica capital del antiguo reino de las dos Sicilias, con sus mercados árabes, sus iglesias barrocas y sus catacumbas de espanto (!), una gran plaza pública que ya empezaba a emitir las señales para el prospecto del futuro global: la idea de la política como delito y el poder como acto criminal. “Los científicos dicen que la línea de la palmera, que es el clima adecuado para el crecimiento de la palma, se mueve hacia el norte, cincuenta centímetros al año, y de ese norte al sur de otros nortes. Empieza la era de los monstruos y los fantasmas. Que el cielo nos ayude”, relata en El día de la lechuza (1961), su primera novela sobre la Mafia.
nunca he entendido el arte
lo extraño y famoso del arte